Morir en el intento by Lee Child

Morir en el intento by Lee Child

autor:Lee Child [Child, Lee]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1998-07-20T04:00:00+00:00


28

—Se apellida Jackson —explicó Webster.

—¿Cuánto tiempo lleva allí? —preguntó Milosevic.

—Casi un año —dijo Webster.

Eran las once en punto de la mañana del jueves 3 de julio, en la base Peterson. El jefe de sección de Quantico estaba enviando material por fax hasta Andrews, desde donde llegaba a la red de fax segura de las Fuerzas Aéreas tan rápido como podían permitírselo las máquinas. Milosevic y Brogan lo sacaban de los faxes y se lo pasaban a Webster y a McGrath para que lo analizaran. Al otro lado de la mesa, el general Johnson y su ayudante estaban estudiando un mapa de la esquina noroeste de Montana.

—¿Tienen infiltrados en todos estos grupos? —les preguntó Johnson.

Webster sacudió la cabeza y sonrió.

—No, en todos no. Hay demasiados. No somos suficientes. Yo diría que hemos tenido suerte.

—No sabía que teníamos a alguien en este —comentó Brogan.

Webster seguía sonriendo.

—Hay muchas cosas que mucha gente no sabe —respondió—. Así es más seguro para ellos, ¿no?

—¿Y qué dice el tal Jackson? —preguntó Brogan.

—¿Ha dicho algo de Holly? —preguntó Johnson.

—¿Ha explicado a qué coño viene lo del secuestro? —preguntó Milosevic.

Webster resopló y movió la mano hacia el montón de papel de fax. McGrath estaba ocupado repasándolo todo. Lo separaba en dos pilas. Una con todo lo rutinario y la otra con la información relevante. La de lo rutinario era más alta. La de lo relevante, escasa.

—¿Algún análisis, Mack? —preguntó Webster.

—Hasta cierto punto, es todo bastante normal.

Johnson se quedó mirando al agente al mando y le preguntó:

—¿Normal?

Webster asintió.

—Esto es normal. Estos grupos milicianos están por todo el país, razón por la que no podemos ocuparnos de todos. No es que sean muchos, es que son muchísimos. La última vez que los contamos, había más de cuatrocientos en los cincuenta estados. La mayoría de ellos no son más que tarados sin mucha idea, pero a algunos de ellos los consideramos grupos terroristas antigubernamentales peligrosos.

—¿Y estos? —preguntó Johnson.

McGrath le miró.

—Estos van muy en serio. Un centenar de personas escondidas en el bosque. Muy bien armadas, muy bien organizadas, muy independientes. Y también están muy bien financiadas. Jackson ha informado de fraude postal, de cheques de caja falsos y de falsificación de moneda. Y puede que hasta sean culpables de un robo a mano armada. Se cree que robaron veinte millones de dólares en bonos al portador de un furgón blindado en el norte de California. Y, cómo no, venden vídeos, libros y manuales por correo a los demás tarados. Es una industria en auge ahora mismo. Y, como es natural, se niegan a pagar impuestos, ya sea como personas físicas, por sus vehículos o por cualquier cosa que fuera a costarles algo.

—En definitiva, controlan el condado de Yorke —comentó Webster.

—¿Cómo es posible? —preguntó Johnson.

—Porque no lo controla nadie más. ¿Ha estado usted allí alguna vez? Yo no. Jackson dice que el sitio está abandonado. Aquello se quedó vacío hace muchísimo tiempo. Dice que habrá una decena de ciudadanos aún por la zona, pero dispersos en kilómetros a la redonda en un territorio vacío: rancheros en la bancarrota, mineros sin trabajo y ancianos.



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